Petra y la ingeniería hidráulica (I)
Petra, la joya de la corona de la civilización Nabatea, fue erigida en un enclave sorprendentemente árido, en plena roca de la región montañosa de Edom. Esta civilización, que destacó sobre todo por ser expertos comerciantes y constructores, pero también fue una de las precursoras de la ingeniería hidráulica. Con este y los sucesivos posts, mostraremos algunos de los aspectos socio-culturales y económicos de estos nómadas, centrándonos sobre todo en las maravillas hidráulicas que fueron capaces de construir.
Historia
Situada en la actual Jordania, en el lado más occidental de la Península Arábiga, lindante con la frontera de Siria e Israel, la cuidad de Petra estuvo habitada por pueblos como el edomita desde tiempos ancestrales, pero no fue hasta la entrada del pueblo Nabateo (s. IV a.C) cuando la ciudad se erigió como punto de referencia en el Mundo Conocido.
A caballo de las grandes civilizaciones de antaño -chinos, egipcios, griegos y romanos- fue siempre un lugar de paso debido a su estratégico emplazamiento, en la zona de paso de la ruta de las especies y de la seda. Pronto dejó de ser una zona de avituallamiento -sobre todo por el agua- para hombres y bestias, para florecer como ciudad comercial entre Egipto y Damasco, construyendo una ciudad monumental que daba cobijo a los mercaderes entre sus angostas montañas. La importancia comercial que consiguió fue tal, que muchos comerciantes veían con buenos ojos modificar ligeramente su ruta para acercarse a Petra y poder, así, realizar beneficiosos intercambios.
De entre las maravillas de Petra destacan el monumento funerario Khazneh Al-Faraun (s. I a.C.) del rey Aretas IV -monarca que gobernó durante la época de oro de Petra-; el Teatro, aunque de origen nabateo tiene significantes modificaciones romanas; las tumbas reales, excavaciones en roca de gran magnitud; el Templo de los Leones Alados; el Gran Templo, lugar bajo el que pasaban conductos de agua; el Palacio de la Hija del Faraón (s. I a.C.), se cree que fue erigido en honor al dios Sol por su arquitectura clásica; y el Ed-Deir (s. I a.C.), conocido como "El Monasterio" por las cruces cristianas esculpidas por los bizantinos; y, como no, las grandes obras de ingeniería hidráulica que permitían la captación, almacenamiento y conducción de la poca agua de lluvia que caía o se infiltraba en esa región tan árida.
Fue precisamente el esplendor y la monumentalidad que arrojaba lo que despertó grandes envidias. Los romanos, que coexistieron en tiempo y en espacio con los Nabateos, en su afán de expansión hacia el sur, hacia Egipto, emplearon su gran máquina de guerra para tomar la cuidad (año 106 d.C.) y convertirla en una mera provincia del Imperio, la provincia Arabia Petrea. Desde entonces, la civilización nabatea fue menguando, junto con la evolución del comercio marítimo -más rápido y de mayor capacidad- fueron en detrimento de la ciudad, llevándola a un decrecimiento tanto económico como social.
Algunos terremotos -como el del año 363- y la conquista de Petra por los musulmanes (año 635), provocan un lento, pero constante, declive hasta que en el s. XII la ciudad fue abandonada.
A principios del s. XIX, el explorador suizo Burckhardt, redescubre la cuidad. Sucesivas expediciones arqueológicas, así como otras posteriores, permitieron en 1985 que enclave fuese declarado Patrimonio del a Humanidad.
A caballo de las grandes civilizaciones de antaño -chinos, egipcios, griegos y romanos- fue siempre un lugar de paso debido a su estratégico emplazamiento, en la zona de paso de la ruta de las especies y de la seda. Pronto dejó de ser una zona de avituallamiento -sobre todo por el agua- para hombres y bestias, para florecer como ciudad comercial entre Egipto y Damasco, construyendo una ciudad monumental que daba cobijo a los mercaderes entre sus angostas montañas. La importancia comercial que consiguió fue tal, que muchos comerciantes veían con buenos ojos modificar ligeramente su ruta para acercarse a Petra y poder, así, realizar beneficiosos intercambios.
De entre las maravillas de Petra destacan el monumento funerario Khazneh Al-Faraun (s. I a.C.) del rey Aretas IV -monarca que gobernó durante la época de oro de Petra-; el Teatro, aunque de origen nabateo tiene significantes modificaciones romanas; las tumbas reales, excavaciones en roca de gran magnitud; el Templo de los Leones Alados; el Gran Templo, lugar bajo el que pasaban conductos de agua; el Palacio de la Hija del Faraón (s. I a.C.), se cree que fue erigido en honor al dios Sol por su arquitectura clásica; y el Ed-Deir (s. I a.C.), conocido como "El Monasterio" por las cruces cristianas esculpidas por los bizantinos; y, como no, las grandes obras de ingeniería hidráulica que permitían la captación, almacenamiento y conducción de la poca agua de lluvia que caía o se infiltraba en esa región tan árida.
Fue precisamente el esplendor y la monumentalidad que arrojaba lo que despertó grandes envidias. Los romanos, que coexistieron en tiempo y en espacio con los Nabateos, en su afán de expansión hacia el sur, hacia Egipto, emplearon su gran máquina de guerra para tomar la cuidad (año 106 d.C.) y convertirla en una mera provincia del Imperio, la provincia Arabia Petrea. Desde entonces, la civilización nabatea fue menguando, junto con la evolución del comercio marítimo -más rápido y de mayor capacidad- fueron en detrimento de la ciudad, llevándola a un decrecimiento tanto económico como social.
Algunos terremotos -como el del año 363- y la conquista de Petra por los musulmanes (año 635), provocan un lento, pero constante, declive hasta que en el s. XII la ciudad fue abandonada.
A principios del s. XIX, el explorador suizo Burckhardt, redescubre la cuidad. Sucesivas expediciones arqueológicas, así como otras posteriores, permitieron en 1985 que enclave fuese declarado Patrimonio del a Humanidad.
*
Este primer post está dedicado a dar a conocer los aspectos históricos de los nabateos enclavados en la ciudad de Petra. En sucesivas ediciones iremos mostrando los aspectos hidráulicos de este pueblo.
Deja un comentario